En las relaciones familiares, uno de los
grandes retos que se nos presentan, es cómo conservar el espacio personal
dentro de ese enjambre llamado dinámica familiar.
Conocemos a una persona que nos hace
sentir especiales y por la que nos animamos a desarrollar nuestro mejor
“yo”. Decidimos que queremos que sea
nuestro compañero o compañera de viaje. Y nos embarcamos con mucha ilusión en un
proyecto en pareja, que se convierte en proyecto de familia.
Pero con el paso del tiempo, con las
obligaciones diarias, las dificultades que nos encontramos en cada etapa, el
cansancio, los miedos, los agobios… esa ilusión inicial se va apagando.
Y sin saber cómo, también nos perdemos a
nosotros mismos.
Porque además de ser madres/padres o
pareja, somos personas. Pero en el día a día, hemos perdido nuestra esencia
como individuos. Hemos pasado a ser solo “mamá” o “papá”. Incluso el espacio de
pareja se ve afectado. ¿Cuántas veces os dedicáis un tiempo a estar realmente
en pareja?. Y no me refiero solo al tan esperado momento en el que los niños se
van a la cama y por fin… ¡¡podéis dormir!!.
Es importante que cuidemos esos espacios
de pareja, pero sobre todo, es importante que cuidemos los espacios propios.
Donde solo estemos con nosotros mismos. Bien sea recuperando aquello que
dejamos de hacer, una vez nos iniciamos en ese proyecto de familia. O bien sea no
haciendo nada. Simplemente el permitirnos tumbarnos, escuchar música y
recuperar sueños.
A veces, esa dinámica del día a día nos
mete en una rueda que arrastra de nosotros, sin ni siquiera darnos cuenta de
cómo estamos.
Y cuando nos desconectamos de nosotros
mismos, es cuando dejamos de ser capaces de disfrutar. Porque ni siquiera somos
capaces de valorar lo que hacemos y tenemos.
Cada uno que reflexione cuánto tira esa
rueda de vosotros, y cuánto margen le dejáis para que os arrastre.
Yo os invito a parar un momento y
reencontraros. A recuperar sueños e identidad. Y si hace falta… a reinventaros.
Alicia Martín Martín